Conocé las historias de Chaves, Finochietto, Forastiero y Acosta, los cuatro arqueros canteranos que integran el equipo principal.
La pelota está a salvo. La contienen ocho guantes y miles de sueños. Unas cuatro camisetas la rodean de amor. La frena Pochi, la levanta Coco, la abraza Migue y, al rato, Fino la invita a bailar con sus pies. Brilla tanto, que todas esas sonrisas tímidas se ven reflejadas en la blancura de su cuero. Y la emoción es poco común. Porque los cuatro nombres que defienden el arco de la máxima categoría ya hicieron lo propio en la cantera de Argentinos. “Tratamos de cuidar esto y valorarlo, porque no se consigue todos los días”, repiten a coro.
Lucas Chaves, el más experimentado de los cuatro, recaló en La Paternal en 2010, luego de un paso por las Inferiores de River. Hoy, con 24 años y más de 80 partidos en el lomo, es el principal guardián de los tres palos. “Al ser el más grande trato de que entre todos nos ayudemos a crecer para sacar lo mejor de cada uno”, filtra entre atajada y atajada. Y, luego de desviar la última pelota, agrega: “Hay una competencia muy sana y eso se ve. A veces va Finochietto al banco, otras Forastiero… Quiere decir que los dos están haciendo las cosas bien y eso me obliga a no relajarme, aunque no lo veo como una presión. Es lindo que pasen estas cosas”.
La historia de Leandro Finochietto (22) empezó lejos de la portería: se divertía rajando la tierra con sus botines o asistiendo a sus compañeros al jugar como mediocampista central en GEBA. “Una vuelta necesitábamos a alguien en el arco y fui yo. Justo dio la casualidad que estaba mirando el partido un ex entrenador de arqueros del club y me contactó para hacer una prueba”, dice Fino, que aquella tarde se lució abalanzándose de un poste al otro. Así fue como, en 2008, dio inicio a su etapa de Infantiles en el Semillero del Mundo. “Los cuatro somos del club y conocemos la historia. Aparte, tenemos más confianza y otra relación”, asegura.
Nicolás Forastiero (21), quien tampoco alcanzó a sumar minutos en Primera, inició su carrera en 2006. Tras ganar rodaje en las canteras de San Lorenzo y de Boca, llegó a Argentinos hace 12 años para honrar el deseo de su papá Alejandro, quien se formó en las Inferiores del Bicho. “Terminé acá por un tema de sentimiento. Mi viejo y mi abuelo me inculcaron el amor por el fútbol y por el arco. Siempre me gustó atajar”, explica. Y, al igual que su colega, está convencido de que el DT le da “confianza” al considerarlo para ocupar el banco, pero eso no daña la relación: “Ya se puede decir que somos amigos. Hasta compartimos momentos fuera del club”.
La altura y la destreza de Miguel Ángel Acosta desorientan: tiene apenas 18 y se infiltra entre sus colegas como si acarreara varias pretemporadas. Pero, a diferencia del resto, es la primera vez que se entrena en la máxima categoría. “Dabove me dice que estoy por buen camino y eso me da confianza. Aparte, los chicos me aconsejan en todo momento”, dice. El juvenil, que dejó su Posadas natal para sumarse al Tifón en 2016, arrancó en Guaraní Antonio Franco y tuvo un posterior paso por Crucero del Norte. Y, una vez en el CEFFA, debió aceptar otro desafío: jugar con chicos que tuvieran un año más, porque en la categoría 2001 había seis arqueros. “Hoy pienso en el desarraigo y lo disfruto por todo el sacrificio. Es una recompensa”, reflexiona.
Si bien es algo llamativo y hasta poco común, ninguno de los cuatro se deja llevar por los rótulos. “No sé si quedamos en la historia, pero es algo muy importante y no se ve todos los días”, corrige Pochi. Es un Semillero de guantes.
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