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Fútbol bajo agua

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Argentinos Juniors empató 1-1 con Boca en un partido disputado bajo un aguacero. Mereció más ante un rival que atraviesa un mal momento, pero volvió a padecer su falta de peso en ofensiva.

Es imposible explicar el último partido disputado por el equipo masculino de Argentinos Juniors sin empezar por el factor climático que atentó contra ambos equipos de la misma manera. La ciudad de Buenos Aires se encuentra bajo los efectos de una de sus habituales sudestadas, que arrecian con mayor fiereza en las zonas ribereñas. El estadio de Boca Juniors justamente se encuentra a pocas cuadras del Riachuelo. La fuerte tormenta que se inició alrededor de dos horas antes del comienzo del partido llegó a poner en duda su realización. A la vista del espectáculo brindado, debió cuando menos postergarse pues el sistema de drenaje del campo de juego estaba largamente saturado.

Así las cosas, el partido se inició en medio de un barrial que impedía la práctica adecuada del fútbol. Para el equipo de Gabriel Milito, que prioriza el manejo de la pelota por el piso, esto planteaba un verdadero acertijo. Un mediocampo más aguerrido que de costumbre tenía dificultad para afirmarse, no por mérito del rival sino por lo imposible que se mostraba el gramado boquense. Los equipos se repartían la posesión y acudían a los inefables pelotazos frontales ante la posibilidad de hacer circular el fútbol. Boca, además, tenía que lidiar con una presión muy intensa por parte de Argentinos en la salida. Las zonas más anegadas estaban en torno al área defendida por Chaves.

Con todo, Argentinos fue más oportunista. En una de sus pocas llegadas al área rival consiguió un tiro libre frontal, doblemente peligroso considerando las condiciones de juego. Tras varios minutos desperdiciados por el árbitro Lamolina para acomodar la barrera y proferir advertencias, llegó el disparo de Gabriel Carabajal. Impactó de lleno en el ángulo izquierdo del arco de un Rossi que hizo una pésima salida y dejó su valla desguarecida. Ahí apareció Matías Romero, quien se valió de la tibia marca de Fabra para poner el 1-0 con la cabeza en la que fue la primera llegada clara del juego.

Como suele suceder, el tanto tranquilizó al equipo. Emparejó mucho más la posesión y pudo imponerse por algunos minutos, a pesar de no volver a acercarse mucho al área de Rossi. El primer tiempo transcurrió con relativa tranquilidad frente a un rival que literalmente se empantanaba en su propio suelo antes de llegar al área de Chaves. Más allá de llegadas aisladas, ambos mostraban una alarmante falta de juego creativo. En Argentinos, lo más destacado estaba en la defensa, única línea que aportaba salida limpia principalmente en los pies de Mac Allister.

La segunda mitad tuvo un trámite similar, aunque con una mayor muestra de rebeldía por parte del local. Debido a ello, tuvo sendas llegadas en los primeros minutos a partir de los pases en profundidad de Edwin Cardona. Claro que en aquel momento el equipo de Russo atacaba sobre el área menos inundada del campo de juego. Recién a los 24 minutos pudo empardar las cosas y al igual que Argentinos lo logró mediante la pelota parada en inmediaciones del área. El mencionado Cardona tuvo un tiro libre a la derecha del área grande de Chaves. Ejecutó con una muy buena rosca hacia adentro que se dirigía a las manos del arquero hasta que rozó por accidente la cabeza de Miguel Torrén. Ese impacto desvió la trayectoria y mandó la pelota al fondo del arco. Barajar y dar de nuevo para el equipo de Milito, que desde el tanto no había vuelto a gravitar en ofensiva por peligro. Ante la relativa comodidad que planteaba el trámite, el entrenador optó por mantener el orden en el medio y sobrepoblar ese sector. La idea era impedir el juego creativo de Boca, a costa también de resignar algo del propio. Los tres cambios en ataque (ingresando Reniero, Cabrera y Ovando) buscaron refrescar esa zona y apostar al juego en velocidad, algo que era directamente imposible en ese terreno de juego. Curiosamente, fue otro ingresado (Carlos Quintana) quien pudo poner el 2-1 en las dos ocasiones en que pisó el área rival. Sin embargo, se trató de llegadas aisladas en situaciones puntuales. El equipo pudo aspirar a más ante un rival que no ofreció demasiado y que jugó los últimos quince minutos con diez hombres, pero en esta ocasión cayó presa de las circunstancias y del calamitoso campo de juego de la Bombonera.

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