Juan José Cardozo, Román Vega, Fernando Álvarez y Lázaro Britez, jugadores de la Séptima, representaron a las selecciones sub 15 de Argentina y Paraguay en el sudamericano disputado a finales del 2019. “Es gracias a nuestros compañeros”, coinciden. Conocé sus historias.
Si hubiera que asignarles un personaje a cada uno de ellos no existirían dudas: Álvarez sería Mr. Fantástico, aquel genio científico y líder del equipo, ya que por sus pies pasa cada ataque. Cardozo podría interpretar al Invisible, un laburante silencioso que se distingue como cuando el juvenil recupera la pelota, y Vega ocuparía el lugar de la Antorcha, por el atributo de volar que lo asimila cuando corre por la banda izquierda. Por su parte, Britez sería Thing, aquella mole gruñona que ordena toda la línea del fondo y se ocupa de que el equipo no reciba goles.
Son talentosos que imantan asombro. No lo dimensionan. O sí, pero prefieren mirar hacia otro lado. Entienden, los cuatro, que todavía queda mucho por pulir. Por crecer. Son chicos que apenas están aventurándose en una adolescencia temprana. Pero, a la hora de salir a la cancha, piensan con la misma madurez de alguien que lleva tiempo en ese oficio. Porque, en realidad, todos empezaron a prepararse desde chicos. Y hoy, que apenas rozan los 16 años, se divierten a lo grande en la Séptima de Argentinos y -también- representando a su país.
Fernando Álvarez, quien lleva 49 duelos en Inferiores y 17 tantos, se crió en el baby de Agronomía, donde conoció a Román Vega: “Me llevó Gabriel Rocha, de la 2003, que iba al colegio conmigo. Ahí nos encontramos con el Chino (Vega) y, cuando se iba a formar la cancha de 11, fuimos los dos juntos”, recuerda el volante, que portó la cinta de capitán en el Sudamericano Sub 15.
Además de haber transitado su historia a la par de su compañero, Román Vega (49 partidos, 4 goles) siempre fue una fija en la Selección. Pero, en 2019, luego de un gran desempeño como capitán de la Octava, una lesión sobre la hora en la rodilla lo dejó afuera de la convocatoria. “Fue el peor día de mi vida. Sabía que no llegaba y lloré, porque me dolió. Pero traté de empezar el año de la mejor manera”, cuenta el lateral izquierdo con la misma firmeza con la que va a trabar cada pelota.
Algo similar le ocurrió a Lázaro Brítez. El central, que lleva 49 cruces y 6 gritos, empezó el proceso con la Sub 15 local y terminó sumándose a las filas de Paraguay. Sin embargo, un desgarro le prohibió soñar con alguna de las dos camisetas: “Me llamaron porque mi mamá y mi papá tienen la nacionalidad, pero todavía no definí con cuál jugar. Estoy a tiempo de decidir”.
Juan José Cardozo, volante central con 46 partidos disputados en El Semillero del Mundo y sin goles, defendió la Albirroja en el Sudamericano del año anterior y acaba de regresar de un torneo U16 en Turquía. “Me preguntaron de todo cuando llegué y me da un poco de vergüenza ser el centro de atención. Sobre todo, si mis compañeros estuvieron entrenando acá y yo allá”, revela.
Hoy el parate los obliga a controlar sus ganas. Aunque, en sus casas, aprovechan para despuntar el vicio con la redonda. No sólo eso: también miran videos de sus referentes de un puesto que, en sus cortos años, fue variando: Salvo Lázaro, quien siempre se desempeñó como zaguero, el resto de sus compañeros experimentó otras posiciones. Román, por ejemplo, además de moverse como lateral fue central, volante y hasta delantero. Fernando pasó por la defensa y luego empezó a jugar más arriba, donde se consolidó como volante. El caso de Juanjo fue particular: inició de 8, probó el lateral derecho y fue defensor, pero nadie volvió a correrlo desde que se adueñó del mediocampo.
Mientras esbozan jugadas por el césped, sus sueños los llevan a otro lugar: el Museo. Ahí, donde brillan camisetas con dorsales que supieron hacer historia, los cuatro juveniles proyectan su futuro. “Este club es un orgullo. De acá salieron grandes jugadores, como Maradona, que es el mejor del mundo”, filtran entre sonrisas. “No hay nada como pertenecer acá”, agradecen en forma de coro.
Vega se quedó obnubilado mirando la camiseta 3 de Sorín: “Diego Musiano me dijo en novena división que mire videos de él y la verdad es que lo admiro: tenía mucho gol, terminaba bien las jugadas, era muy completo”. Algo similar le ocurrió a Britez al ver la de Coloccini. “Sería un sueño poder hacer una carrera similar a la de él”, dice. Cardozo, por su parte, tiene para elegir: Ortigoza, Biglia y tantos más que supieron lucirse con la 5 de la Selección: “Ver todas esas camisetas son una fuente de inspiración, nos permiten pensar que con mucho esfuerzo podemos llegar a esos lugares”. ¿Y Álvarez? Aunque la figura de Riquelme le robó algunos suspiros, quedó pasmado al recorrer el sector dedicado a Maradona. “Es el más grande, cualquier cosa que diga no va a ser original”, alcanza a describir.
Porque los cuatro documentos de identidad los señalan diferentes. También sus estilos. Pero, más allá de la categoría, algo los une: el ADN del Bicho. Y, también, la humildad. “A veces nos preguntan cómo entrenamos en la Selección y es lindo, pero somos todos iguales”, asegura Álvarez. Cardozo lo asiste: “Acá no hay diferencias”. Brítez, fiel a su estilo, colabora desde abajo. “Más que un grupo, somos hermanos”, dice. Y Vega, que corrió por toda la banda izquierda hasta llegar al área: “Cuando vamos y venimos somos los mismos”. Son los cuatro fantásticos.
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