David Zalazar, volante de la Reserva, prepara ollas populares y dona ropa para ayudar a los vecinos de su barrio. “Cuando esté mejor económicamente voy a preparar un lugar para que puedan estar ahí”, cuenta.
“Hay chicos que por ahí no tienen para comer y yo sé lo que es pasar por eso. Crecí en un barrio donde hay bastante necesidad, pero mis papás me enseñaron siempre a darles mi ropa a los que la necesitan o acercarles un plato de comida. Hoy lo puedo hacer”.
David Zalazar está a punto de terminar la frase y en su voz ya se percibe la alegría. Su rostro apenas alcanza a verse: el barbijo esconde una sonrisa de oreja a oreja. Sabe que el domingo, por quinta vez en la cuarentena, va a despertarse antes de las siete de la mañana y darse prisa para que no falte nada. “Hay que arrancar temprano, ir a comprar las verduras, el pollo y demás. Una vez que acomodamos todo, empezamos a preparar la comida”, relata. Y ya ni la tela que cubre su boca puede disimular su felicidad.
A pesar de que cumplió 18 hace un puñado de días, el juvenil ya tiene unas cuantas vivencias en su haber. Su incipiente adolescencia estuvo marcada por las jornadas en las que acompañaba a alguno de sus papás para colaborar en sus tareas como barrenderos o por los recorridos merodeando las zonas más carenciadas de su barrio. Y todas esas experiencias lo invitaron a reflexionar. “Gracias a Dios -dice- siempre tuve algún plato de comida, pero cerca de casa hay mucha necesidad y varios amigos cercanos que la pasaron mal”.
Es por eso que, en medio de la cuarentena, “Ratu” encontró la manera de ayudar a los vecinos del barrio Villegas de Ciudad Evita, a pocos metros de donde vive: organiza ollas populares cada domingo y aprovecha para donarles ropa. “El primer día vinieron unos 150 chicos y la última vez ya eran más de 300. Por lo general tienen entre 3, 10, 11 o 12 años… Se acerca una linda bandita”, cuenta.
-¿Cómo surgió la iniciativa?
-Con Juan, un amigo del barrio, teníamos esta idea hace rato, pero éramos chicos y no estábamos muy bien económicamente para hacerlo. Hoy tengo la posibilidad y me da gusto. Es lindo ver cómo se acercan y se llevan su plato de comida o ropa. Ahora queremos hacer meriendas también.
-¿Los ayuda alguien más?
-Cada vez hay más gente acercándonos cosas para donar, pero por ahora estamos solos. Nos ayuda mucho Mónica, la mamá de mi amigo, que se encarga de cocinar. Es muy lindo. Hay chicos que no sé si comen o no y me parece injusto, por eso los ayudo. Tenemos ganas de hacerlo más seguido…
Al igual que en la vida, cuando empezó a probar su suerte en el fútbol no la tuvo nada fácil. “Pasé muchos momentos duros. Cuando era más chico no tenía una posición fija: he jugado de 3, de 6, de 5… Y estuve varios años sin jugar en AFA. Era duro, porque iba a entrenar, llegaba el viernes y no me citaban. Ahí mi familia me contuvo y me explicó que tenía que ser perseverante”, reconstruye.
Tras una década esforzándose, el volante llegó a la Reserva y hasta fue sparring de la Selección Sub 23 en el Preolímpico de Colombia. Aunque la primera vez que se colgó una medalla fue lejos del césped: ganó su propio campeonato cuando montó la carpa para que los vecinos le devuelvan la gentileza con su felicidad. Y, si bien sabe que cuando regrese a la rutina deberá adaptar su agenda para seguir con la iniciativa, su objetivo es claro: “Mi idea es armar un galponcito o algún lugar para tener una base, poder poner las cosas ahí y que los chicos vengan a merendar y a almorzar. Cuando esté mejor económicamente lo vamos a hacer”. Un abrazo al corazón.
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