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“Siento mucho amor por Argentinos”

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Mateo Maldonado, volante ofensivo de la Octava División, habla de su paso por el fútbol chileno. Dice que en el Bicho aprendió “muchas cosas que allá no” y describe cómo el club lo marcó en tan poco tiempo. “Significa mucho para mí”, dice.

Mateo Maldonado no llegaba a los 11 años cuando el sueño de ser futbolista golpeó la puerta de su casa en Córdoba. “Un representante me llevó a la U de Chile en septiembre de 2016 y me mandaron a entrenar con el equipo. Me quedé allá desde 2017 hasta 2020”, explica. Fue a finales de febrero de este año cuando, finalmente, recaló en La Paternal. Y, si bien la pandemia le impidió adentrarse en el club, la historia del Semillero lo sedujo por completo: “Aunque esté hace poco, siento mucho amor por Argentinos”.

Su pasión por la redonda llegó por herencia: toda su familia correteó alguna vez por la hierba. “Mi hermana -detalla- fue seleccionada, mi hermano jugó en Talleres de Córdoba, mi papá y mi abuelo jugaron en el club del barrio… La verdad es que de chiquito no sabía qué hacer, porque quería ser todo: cantante, hiphopero, bailarín… Pero, una vez, me puse a patear una pelota con mi tío. Gracias a él, que me enseñó el camino, hoy estoy jugando”.

-¿Aprendiste algo en estos meses?
-Todavía no pude ver mucho de lo que me va a enseñar Argentinos, pero sí me di cuenta de que es un club más familiar… Allá en Chile no era así, era más individualista. Acá son todos muy unidos.

-¿Te costó readaptarte al fútbol argentino?
-Mucho, porque no corría. Esperaba la pelota y encaraba, o tiraba un pase y me quedaba parado. El Negro (Alarcón) me enseñó que hay que correr siempre, tenga o no la pelota. Así y todo me acomodé muy bien, pero llegó la pandemia.

Sucede que, tiempo antes de cruzar la Cordillera, se divertía en un club de barrio llamado Las Flores. Pero, como su incursión era incipiente, poco notó la diferencia. “En Chile jugaba en todos los puestos. Como no pude jugar ningún partido oficial, si faltaba alguno en la práctica me ponían a mí”, dice. No sintió lo mismo al abandonar su ciudad: “Fue un cambio muy grande porque no conocía a nadie allá. Igual, la adaptación para mí fue fácil, pero para mis papás no, porque extrañaban a mis hermanos”.

-¿Te costó tomar esa decisión?
-Y, yo dejé a mis amigos, a quienes veía todos los días, pero con el correr de los meses fue pasando. En realidad quería jugar al fútbol y no me interesaba extrañar, porque quiero vivir de esto. Ahora, gracias a Dios, estoy de nuevo en la Argentina.

-Hoy, tal vez con otra madurez, ¿te pones a pensar en cuánto te sirvió la experiencia de conocer otros puestos?
-Muchísimo, porque tenés otra visión: sé cómo se mueven los rivales porque sé cómo jugar en ese puesto. Aparte, si se lesiona un compañero ya sabés qué hacer para reemplazarlo.

-En Argentinos, como bien dijiste, juegues donde juegues tenés que correr…
-Sí, ni hablar. El Negro Alarcón me enseñó muchas cosas que en Chile no me enseñaron. Me decía que haga lo mismo con y sin pelota, por ejemplo. Atacaba muy rápido con la pelota, pero para volver lo hacía lento, porque en Chile el fútbol era muy pasivo. El Negro me ayudó a volver a mi nivel de juego y me enseñó a ser más agresivo.

En pocos meses entrenándose en el CEFFA y otros tanto arreglándoselas desde su casa, el volante de 15 años aprendió lo que en más de tres años en el exterior no le inculcaron. “Argentinos hoy significa mucho para mí por todo lo que nos está brindando a mí y a mis compañeros”, asegura. Y, mientras tanto, se ilusiona con escribir su propia historia en el club: “Quiero jugar y dar lo mejor de mí cada partido”.

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