114° aniversario: La segunda parte de la historia (1976-2018)
La era Maradona duraría poco más de cuatro años vertiginosos. No solo Diego se convertiría en el máximo goleador del club en la Primera División con 116 goles, sino que también se convertiría en la máxima atracción del fútbol argentino contemporáneo. Argentinos Juniors comenzó a atraer público de todas partes y a incrementar su masa societaria y de hinchas. Deportivamente, el plantel dejaría de pelear el descenso para llegar a los primeros puestos, como en el subcampeonato conseguido en 1980. Finalmente, en 1981, Diego Armando Maradona, el mejor jugador de la historia surgido de nuestro semillero, sería traspasado.
Con el dinero de la venta más rentable de nuestra historia se mejoraron en muchos aspectos las instalaciones de entrenamiento y del Polideportivo, pero no así el estadio de Juan Agustín García y Boyacá. Tal fue así que el 12 de junio de 1983 Carlos Ereros convertiría el último gol en la vieja cancha, estadio que no utilizaríamos para un partido del primer equipo hasta 2004. Durante veinte años, Argentinos Juniors haría de local en diversas canchas vecinas de la ciudad, principalmente en Ferro Carril Oeste.
La seguidilla de técnicos con un proyecto similar y acorde a la historia del club –Ricardo Trigilli, Ángel Labruna, Roberto Saporiti, José Yudica y nuevamente Saporiti – sumado a los frutos de la inagotable cantera y a incorporaciones de calidad y experiencia, llevaron al club a su época dorada en lo deportivo. Los 4 títulos – incluida la Copa Libertadores de 1985 – en tan solo dos años ponían al Club en lo más alto, demostrando que había dejado de ser un simple club de barrio que peleaba por no descender, y que podía enfrentarse de igual a igual a cualquier equipo del mundo. Este plantel no sólo es recordado por sus logros, sino también por la manera en que los obtuvieron: mediante el buen juego de pelota al piso -fiel al estilo del club-, por su gran eficacia frente al arco rival y estilo ofensivo y por la visible unidad del grupo humano que lo formaba.
El club conseguiría reputación mundial luego de disputar la mejor final Intercontinental de la historia en diciembre de 1985, frente a la Juventus de Italia. Por eso, las figuras del equipo fueron migrando, y, como no podía ser de otra manera, el recambio llegó desde el Semillero. La década dorada terminó con Argentinos Juniors jugando en el primer nivel, con cracks de la talla de Fernando Redondo.
Con la llegada de la década del 90, la institución entró en una espiral de crisis institucional, deportiva y financiera. Tras varios años de penurias y confusos episodios administrativos (como la libertad de acción de un plantel completo y una resistida y absurda mudanza a Mendoza del primer equipo), nuestra suerte fue sellada en la temporada 1995/96, condenados al descenso tras 41 años de presencia ininterrumpida en la Primera división.
Aunque el equipo ascendería inmediatamente, nunca lograría asentarse definitivamente y volvería a descender finalizada la temporada 2001/02. El club tardaría dos años en regresar, pero no todo era tristeza en la segunda categoría. El 26 de diciembre de 2003 Argentinos Juniors volvió al remozado estadio de Juan Agustín García y Boyacá. La reinauguración se hizo oficial en la victoria frente a San Martín de Mendoza un mes después por el torneo de la B Nacional. Al final de la temporada, el equipo lograría el ascenso y con un nuevo estadio, ahora bautizado como su hijo dilecto, se preparaba para afrontar la Primera División.
A pesar de no haber sido el mejor momento para la institución ni para el primer equipo, nuestras divisiones inferiores seguían produciendo futbolistas de primer nivel.
Menos de un lustro después, Argentinos vuelve a copas internacionales tras 12 años desde la última participación en la Supercopa y 22 años después de la última Libertadores, disputando la Copa Sudamericana 2008, en la que alcanzó las semifinales. El crecimiento del club era una realidad. Y quedó demostrado en el Clausura 2010, donde Argentinos volvería a gritar campeón luego de 25 años y dirigido por otra gran figura del club como Claudio Borghi, quien tiene el logro de ser el único campeón como entrenador y como jugador en nuestra querida institución.
Más allá de los vaivenes en la última década (con casi tantas participaciones internacionales en los primeros años como descensos e inmediatos ascensos en los últimos, y con la muy bienvenida vuelta de las ventas millonarias de futbolistas), hubo una constante a lo largo de estos primeros 114 años de historia. Del grupo de amigos que jugaban a la pelota en los potreros del corazón de la capital a la institución de referencia a nivel internacional que somos hoy, no hemos hecho más que crecer. A paso lento pero firme y decidido y sin traicionar nuestras convicciones.
Autores: Damián Lew, Tomás González Messina y Gerardo van Junker.
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