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"Todo lo que tengo acá es gracias al club”

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Benjamín Ferrero, de la Séptima División, explica cómo Argentinos cambió su vida. Revela el camino que debió atravesar para ser titular tras un año sin jugar, los dos momentos que lo obligaron a reinventarse y analiza: “Acá aprendí a mejorar mi cabeza”.

“No tenía nada cuando llegué a Buenos Aires y Argentinos me abrió las puertas, me dio amigos, me permitió estudiar… Todo lo que tengo acá es gracias al club”. Benjamín Ferrero rodó su vida por distintos puntos del país, consciente de que su estadía iba a durar poco. Lo obligaba el trabajo de su papá, que le impedía afincarse en algún sitio: nació en Esquel, se mudó a Mendoza, probó suerte en Santa Cruz y luego volvió a su ciudad natal. Pero en 2017, cuando arribó a La Paternal, esa regla cambió por completo.

El juvenil, categoría 2004, tenía unos 13 el día que se le presentó la oportunidad de jugar en Argentinos. “Hicieron una prueba -recuerda- de más de tres días en el pueblo donde vivía. Borrelli, el coordinador de ese momento, me seleccionó a mí y a cinco chicos más para venir a una prueba en Buenos Aires al mes siguiente. Ahí me preparé de otra manera… ¡Antes de eso jamás había pisado un gimnasio! No sabía si se me iba a presentar una oportunidad igual”.

Pero, una vez en el CEFFA, supo que las cosas iban a ser distintas a las que vivía en las canchas de Esquel, donde se movía como delantero. Lo entendió el primer día de entrenamiento, cuando tuvo que hacer pasadas, terminó “agotado” y creyó despertar de un sueño. “Dije: ‘Aguanto dos semanas y dejo’. No quería, pero no me daba el físico. En Chubut me tiraban la pelota y corría, era todo muy amateur”, reconstruye. Y, si bien con el paso de las prácticas demostró una mejoría, ese año no tuvo la continuidad que esperaba.

¿Te bajoneó no haber jugado mucho el primer año?
Cuando llegué no entendía nada, ni siquiera la diferencia entre AFA y Liga. El primer partido de AFA, que era el debut de la categoría, jugábamos en Mendoza y yo estuve citado. ¡Fue importantísimo eso! Pero no pude entrar. Unas fechas después debuté contra Gimnasia y al partido siguiente teníamos que viajar, pero yo no pude ir por un tema personal. Ahí dejé de estar citado y pasé a Liga.

¿Qué aprendiste después de eso?
Ahí fue mi gran cambio. Si bien no entendía mucho la diferencia entre AFA y Liga, y jugaba con las mismas ganas en las dos, estaba acostumbrado a ser el más importante en mi equipo. Ojo, no lo digo de agrandado, pero en Esquel por ahí no entrenaba en la semana y jugaba igual. Ahí me di cuenta que acá no era igual. Después me pasó algo parecido y lo entendí.

¿Qué pasó?
En las vacaciones de invierno nos dieron una semana y yo tenía los pasajes para irme al Sur, porque extrañaba a mi familia. Se postergó el viaje y como iba a ser poquito tiempo allá le pedí al DT unos días más. Me dijo que sí, pero cuando volví no me citaron por varias fechas. Fue otra lección.

¿Creés que fue un baño de humildad?
Sí. En Esquel nunca me la creí, pero sabía que pasara lo que pasara iba a ser titular. Cuando llegué acá me di cuenta de que tenía que cambiar un montón de cosas. Entendí que si quería lograr algo iba a tener que esforzarme.

Benjamín Ferrero debió reinventarse luego de que la realidad aplastara parte de sus proyectos, pero estaba acostumbrado. Se acostumbró a hacerlo cada vez que le tocaba mudar sus metas a otra ciudad, o cuando lo obligaban a adaptarse a un nuevo puesto: empezó jugando de 9 y ni bien llegó le modificaron la posición: de 8, de 5 y hasta de segunda punta. “No sé cuál me gusta más. Yo trato de jugar en la que pueda y en la que sepa que más voy a ayudar”, analiza.

Así fue como, de a poco, fue construyendo su camino para afianzarse como titular. “Diego Musiano -recuerda- me habló después de un entrenamiento y esa charla me hizo entender que quería contar conmigo. Ahí dimensioné todo. Vi el esfuerzo que hicieron mis papás y no podía aflojar. En Esquel iban a decir ‘el chico que dejó Argentinos’ y no me iba a gustar”. Algo similar vivió con el Negro Alarcón: “Siempre me decía que era el jugador que más lo sorprendía, pero a mí eso no me llamaba la atención porque me había entrenado bien”.

Diego Musiano te ayudó en 2018, pero el Negro Alarcón te hizo dar un salto en 2019. ¿Qué cambió en vos en el verano entre Novena y Octava?

A Diego no lo entendía al principio cuando no me citaba, pero sí lo hice a principios del año pasado cuando vi todo lo que había mejorado. Ahí entendí que no estaba para jugar antes. En ese verano hubo algo que cambió en mí: entrené. De 2017 a 2018 me fui de vacaciones y salí a correr tres veces con suerte. Después hice un clic.

O sea que Argentinos te enseña a ser profesional a pesar de ser chico…
Sí. Por ejemplo, antes de llegar a Argentinos no comía casi frutas o verduras, y me di cuenta que si quería terminar un partido tenía que comer mejor, desayunar mejor… Todo. También aprendí a mejorar mi cabeza, a saber qué y cuándo comer, qué cosas hacer y cuáles no, si salir o quedarte en tu casa… Ahora sé esas cosas gracias a Argentinos.

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