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Chispazo de memoria

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Una historia sobre el regreso a Primera en 1955, concretado un 17 de diciembre como hoy. Basado en hechos reales.

– Pasame la ubicación por whatsapp – le escribo a Yair, el poeta que me alojará en su casa.

Me la manda y la abro en el mapa. Hago zoom. Abro los ojos. La sonrisa se me dibuja por la emoción. Le escribo alborotado:

– ¡Vivís a la vuelta de la cancha del Bicho!

– Sí, es un bajón. Yo soy del rojo.

– ¡Yo soy del bicho!

Después de llegar a su casa e instalarme me decido ir al Diego Armando Maradona, y camino esas calles con temor y expectativa. Ser del interior significa estar lejos de todo: de los partidos importantes, de los campeonatos, de los descensos, de abrazar a una persona con los mismos colores que vos llevás en el pecho y en la sangre.

Entro. Hay dos personas charlando.

– ¿Se puede pasar? – pregunto y señalo el ingreso a la tribuna de Gavilán, esperando a que me digan cuánto se paga.

– Sí, sí – me responden al unísono.

Al cruzar el umbral, me encuentro con el inmaculado verde, pero también con un chispazo de memoria. El recuerdo me atraviesa como relámpago. ¿Es posible tener el recuerdo de un hecho que no se vivió? Me muestra el campo de juego desde el mismo lugar donde estoy yo; la cancha revienta de gente y en un momento abren las puertas para que la fiesta sea total entre hinchas y jugadores.

Si este hecho sucedió o no, creo que me será bastante fácil averiguarlo ya que estoy a pasos del Templo del Fútbol.

Compro una entrada para el Museo. El guía me cuenta sobre la historia del club, su fundación, la vieja cancha de madera, la breve fusión con Atlanta, el descenso del 37.

– … y después unos largos 18 años en segunda división hasta que en el año 1955, el 17 de diciembre, ganándole a Quilmes dos a uno acá, nos consagramos campeones y con el derecho ya indiscutido de volver a Primera…

Desconozco qué mecanismo misterioso accionan sus palabras; la visión se me nubla, desaparezco del Templo del Fútbol y aparezco en la vieja cancha de tablones. No cabe un alma.

Los hinchas me miran desconcertados, sé que estoy vestido atemporalmente pero no puedo hacer nada. Ya estoy metido en esta época, al igual que los jugadores que esperan que arranque el segundo tiempo.

Me acercó a un señor de bigote.

– ¿Cómo va el encuentro, mister? – pregunté, pensando que de esa manera iba a parecer menos atemporal.

– Vamos 1 a 0, pibe. Lo metió Carbone – dijo, estirando el cuello para tratar de ver el partido. De verdad la cancha estaba llena.

– ¿Y cuál es Nappe?

– Es ese de allá… -me lo indica- jugando por la izquierda del mediocampo.

– Mírelo bien, mister, porque va a hacer un gol – le digo, y su mirada de sorpresa es aún más grande…

Y a los catorce minutos se cumple mi predicción. El marcador es Argentinos Juniors 2 Quilmes 0. Es contradictorio, hace 5 minutos no sabía de este partido y ahora hasta sé quiénes hicieron los goles.

Gol de Quilmes. La sonrisa del señor de bigotes muta en nerviosismo.

– Tranquilo, mister. El resultado ya está escrito. Ganamos 2 a 1 y volvemos a Primera después de 18 años.

– ¿Cómo sabe?

– Vaya al lado del portón, mister. En un rato van a abrirlo y va a poder entrar.

Muy en desconfianza me obedece y baja de paso a paso de los tablones, camina hasta el portón y se queda pegado a él.

Termina el partido y explota la emoción de la hinchada, tal como el chispazo de memoria que tuve minutos antes. El señor de bigote en el centro del campo, con lágrimas de alegría, voltea a la tribuna buscándome. Nos sonreímos mutuamente.

Levanto la mano y lo saludo mientras me desvanezco en el tiempo.

Vuelvo al Templo del Fútbol con la piel de gallina y lágrimas que se escapan entre los párpados.

– Yo siento lo mismo por el Bicho: que puedo traspasar la barrera del tiempo – dice el guía.

– … y el espacio – agrego, y él continua con la visita y yo con la alegría de saber que estoy en mi lugar en el mundo.

Autor: Gerardo van Junker (Departamento de Historia – A. A. Argentinos Juniors).

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