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Matías Ayala: “Quiero terminar lo que empezó mi papá”

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Son las seis de la mañana y suena el despertador. Matías Ayala abre los ojos, mira unos segundos al techo mientras busca fuerzas y, finalmente, se levanta. Sabe que afuera lo espera un día repleto de obligaciones que cada vez cuestan más. Pero sigue adelante. Entiende que, la única manera de cumplir el sueño de su papá, es esa.

Norberto Ayala tiene problemas de salud y se le dificulta hacerse cargo del almacén familiar, la fuente de ingresos de la familia. Su hijo mayor tiene apenas 19 años, pero el peso recae sobre sus hombros: desactiva la alarma de la camioneta y se ocupa de cargar toda la mercadería para poder abrir el negocio cuando la aguja pequeña del reloj llegue al número 9.

Entre tantos productos encuentra también aquella ilusión que atesora desde chico, cuando empezó a jugar en el Baby de Argentinos Juniors. “Cuando nací, mi papá tuvo que dejar el fútbol. Ahora quiero terminar lo que él empezó”, dice. Y, poco a poco, empieza a acariciar ese sueño: debutó en la Reserva ante Racing el 19 de marzo y ya suma tres encuentros.

El zaguero central, categoría 2001, ya suma varios entrenamientos a la par del plantel de Primera. Aunque su presente lo invite a volar, se niega a apartar los pies del suelo. “En San Miguel -cuenta- me piden shortcitos y remeras, pero les hago entender que no soy nadie y no tengo ropa para regalar. Les digo que tienen que esperar, que el día que esté en Primera voy a intentar cumplir con cada uno de ellos”.

Atrás quedaron aquellos tiempos en los que se desempeñaba como volante: el juvenil pegó el estirón con edad de Séptima y, de ser un jugador ofensivo, pasó a la cueva. En Sexta quedó en Argentinos y recién un año más tarde pudo disputar sus primeros minutos. “Era el que recibía las patadas y pasé a ser el que pega, que me costó mucho. En Quinta me decían que tenía que ser más firme, más rudo, tener voz de mando. Yo no soy de hablar mucho, me cerraba en lo mío cuando era chico, pero ahora ya entendí cómo es el juego e intento hablar más”, analiza.

Matías Ayala se levanta unas horas más temprano que el resto para trabajar y cumplir, pero sabe que su futuro está en el césped. Quiere continuar el legado trunco de su papá, a quien considera un ejemplo. “Él, por más que esté cansado, siempre tiene un rato para hablar conmigo y aconsejarme, siempre tiene la palabra justa para levantarme”, sostiene. Sigue porque sabe que afuera todavía le espera un largo camino por recorrer. Y que, al final, tanto esfuerzo tendrá su recompensa.

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